Salà por primera vez del panal y busqué la flor más brillante, sabÃa que tenÃa una misión que
cumplir, pero sentÃa miedo de ser rechazada, sin embargo, me arriesgué y cuando me disponÃa a aterrizar mis patitas en los estambres de la flor ella cerro sus pétalos para que yo no pudiera pasar. ¡Dolió ¡pero me acerque tÃmidamente, mire por la rendija de sus pétalos casi pegados saludé y le pregunte si podÃa tomar el polen, pero ella me dijo que no querÃa ser mi amiga que le aturdÃa mi zumbido, la mareaba el olor a miel y que preferÃa los colibrÃs a las abejas, entonces me di cuenta que visitar las flores no me hacÃa feliz, porque me sentà fea.
Me costó mucho aletear para retirarme, me sudaban las patitas, me temblaban las alitas y enormes lagrimas salieron de mis ojos. Esa noche no dormà y me pregunté una y otra vez por qué hay seres tan crueles, por qué no quiso conocerme y se quedó solo con lo que no le gusto de mi a simple vista.
Al otro dÃa no quise ir a la clase porque me sentà desagradable, me mire al espejo y me vi horrible, entonces la abeja reina vino a buscarme y me dijo: tienes que regresar a esa flor y enseñarle que ella no puede soltar palabras sin pensar y que antes de hacerlo debe ponerse en el lugar del otro. Muéstrale que tu puedes ayudarle a llevar su néctar de flor en flor y ella te puede ayudar en la producción de la dulce miel que tal vez no conoce, enséñale que juntas pueden aportar en la producción de más flores y frutos para hacer de este mundo un lugar más maravillosos para todos, luego debes ir a buscar otras flores que quieran compartir su polen y perdonar de corazón la actitud egoÃsta de quien solo pensó en su bienestar.